La lavadora

La lavadora

La lavadora

Ojalá y las lavadoras las cargara el diablo. Las cargara, las tendiera y las planchara.

Sé que tengo que cargar la lavadora cuando un grupo de escaladores me llama al timbre de casa para conquistar la cima de mi montaña de ropa sucia.

Los 14 ochomiles y con mi montaña de ropa sucia, 15.

Mi lavadora y yo no nos entendemos. La culpa no la tengo yo, la tiene ella, que con todos esos símbolos no hay quien se aclare con ella. Para descifrarla no necesito el libro de instrucciones sino, como mínimo, la Piedra Rosetta. Por ejemplo, tardé “solamente” tres lavadoras en descubrir (y leer) la letra pequeña del detergente en el que especificaba que había que colocar el tapón dosificador encima de la ropa. Así que, sí, me pasé tres lavadoras lavando mi ropa con agua y ya, que es algo así como si hubiera metido mi ropa en un barreño con agua y haberle estado dando vueltas con un palo.

Al principio de nuestra historia juntas pensé que quizás necesitábamos un tiempo para hacernos la una a la otra pero ahora, después de más de seis meses juntas me planteo asistir con ella a terapia de pareja. Es eso, o ponerme en contacto con un egiptólogo para que me ayude a descifrarla.

Instrucciones de uso para cargar una lavadora.

¡Es que no me entiendes! —diría ella durante nuestra sesión.

¿Cómo puedes decir que no te tiendo? Lo que pasa es que no sé nunca cuando vas a terminar, pero tenderte, te tiendo.

Y por lo visto tampoco me escuchas —respondería ella indignada.

Perdona, ¿has dicho algo? Es que he perdido capacidad auditiva desde que te escucho centrifugar.

¿Qué demonios significa ciclo de Pre-lavado? Se supone que el pre-lavado es el estado en el que se encuentra mi ropa antes de meterla en la lavadora, ¿no?

Seguro que existe un estudio con el número exacto de lavadoras que se han marchado de casa centrifugando. Yo estoy convencida de que la mía, el día menos pensado, acaba despegando. No me cuesta imaginar la llamada de la NASA desde Cabo Cañaveral y de la Agencia Espacial Europea echándome la bronca por haber puesto en órbita mi colada sin su consentimiento. Y allá arriba, mis mejores camisetas dando vueltas alrededor del Planeta Tierra.

En la imagen, el único espacio en el que tender sin problemas.

Y hablando de consentimientos… el mes pasado, en septiembre, a mi lavadora le entraron unas ganas locas de comenzar uno de esos coleccionables que tanto anunciaban en televisión. Pero no, ella no eligió el de casas en miniatura o el de coches de época. Ha preferido ser más creativa coleccionando parte de mis calcetines sin previo aviso. Al ritmo que va no me extrañaría que se ponga en contacto con el Ministerio de Cultura, para ofrecerle la colección, porque se está haciendo con verdaderos incunables. Ya puedo ver mis mejores calcetines ( y para qué mentir, también algún par de bragas) expuestos junto a las Pinturas Negras de Goya.

Cargar la lavadora es todo un arte. Yo, cada vez que la cargo me vienen a la cabeza un montón de preguntas filosóficas.

¿Qué es la vida? ¿Qué es el ser humano? ¿Esta camiseta es ropa blanca o de color?

Y por mucho que piense siempre acabo metiendo la pata. Por ejemplo, hace poco, después de haber separado la ropa blanca de la de color descubrí tendiendo que ‘por error’ se me había colado una camiseta entre las sábanas blancas. El resultado fue algo así:

Conclusión: Lavadora 1 – Yo 0. Un resultado injusto porque siempre me he preocupado por las coladas de los demás en especial, por la de la lavandera del Belén. Al río de papel de aluminio siempre le he puesto suavizante.

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Este artículo lo ha escrito...

Maite Fernández

Maite Fernández (Gandia, 1981) Diplomada en Biblioteconomía (Bibliote… ¿qué?) y Documentación es librera de día y escritora de noche. Emplea el poco tiempo libre que le queda en practicar el noble... Saber más...